Historia de la Villa y Corte de Madrid . una cerca para que nadie pudiera extraer cosa al-guna de entre los escombros. Para remediar los daños causados y socorrer á las fa-milias necesitadas, el Rey entregó un millón, la Reina 400d rs. por sí y á nombrede los Infantes, y se abrió ademas una suscricion general que produjo cuantiosos re-cursos. Más adelante se dictaron nuevas prevenciones, fijándose las reglas á que hablan deatenerse los arquitectos y propietarios en la construcción de fogones, hornos, chime-neas, ventanas y demás accesorios, los inquilinos en el uso de la lumbre y de todo loque

Historia de la Villa y Corte de Madrid . una cerca para que nadie pudiera extraer cosa al-guna de entre los escombros. Para remediar los daños causados y socorrer á las fa-milias necesitadas, el Rey entregó un millón, la Reina 400d rs. por sí y á nombrede los Infantes, y se abrió ademas una suscricion general que produjo cuantiosos re-cursos. Más adelante se dictaron nuevas prevenciones, fijándose las reglas á que hablan deatenerse los arquitectos y propietarios en la construcción de fogones, hornos, chime-neas, ventanas y demás accesorios, los inquilinos en el uso de la lumbre y de todo loque Stock Photo
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Historia de la Villa y Corte de Madrid . una cerca para que nadie pudiera extraer cosa al-guna de entre los escombros. Para remediar los daños causados y socorrer á las fa-milias necesitadas, el Rey entregó un millón, la Reina 400d rs. por sí y á nombrede los Infantes, y se abrió ademas una suscricion general que produjo cuantiosos re-cursos. Más adelante se dictaron nuevas prevenciones, fijándose las reglas á que hablan deatenerse los arquitectos y propietarios en la construcción de fogones, hornos, chime-neas, ventanas y demás accesorios, los inquilinos en el uso de la lumbre y de todo loque podia dar ocasión ó pábulo á un incendio, y los fabricantes, mercaderes y alma-cenistas en sus establecimientos y depósitos de materias inflamables y combustibles. La costumbre que hablan adquirido los cocheros de llevar los carruajes á la car-rera por calles, paseos y caminos, atropellando cuanto se les ponía delante y únicamen-te por lucir la agilidad y fuerza de sus tiros, dio también lugar á nuevas órdenes en. ^s^^ SEGUNDA PARTE, CAP. IX. 331 que, castigándolos con duras penas, se les precisaba ú caminar despacio y con ciertoorden, especialmente en los paseos púljlicos . Pero lo que más empeñó desde lucf^o el interés y celo de Carlos IV fué la moralpública, que trató de que se respetase por todo el mundo, no consintiendo que en ac-ciones ni palabras se permitiese nadie libertades que fácilmente degeneraban en licen-cia, y eran en los individuos una prueba de su relajación de costumbres, y en la so-ciedad un indicio de poca cultura, y de no muy esmerada educación. «Publicáronse, dice el escritor que nos ha precedido en el trabajo de acopiar todos estos dalos, publi-cáronse ordenamientos, edictos é instrucciones, estableciendo las condiciones á quehabian de sujetarse los dueños de fondas, cafés, casas de billar, tabernas y posadaspúblicas para su buen orden y gobierno, decente servicio y comodidad de los concur-rentes, honesto y dec

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