La Mujer . Goethe describe, en páginas admirables,los cante-vales de Milán, de Nápoles y,especialmente, el grandioso carne-vale deRoma, con los alquiladores de sillas y bal-cones, las vertiginosas carreras de caba-llos desnudos de arneses y sin ginete, por€U3^as carreras tantas apuestas se hacían;la lluvia de flores, dulces, frutas, grajeas,bombones ó confecti, que convertían el•corso en una verdadera batalla campaldonde pocos eran los heridos y muchoslos victoriosos; el bullicio aturdidor de unenjambre de máscaras parodiándolo todo, haciendo farsa detodo! Con aquellaagrupación dein-finidad de

La Mujer . Goethe describe, en páginas admirables,los cante-vales de Milán, de Nápoles y,especialmente, el grandioso carne-vale deRoma, con los alquiladores de sillas y bal-cones, las vertiginosas carreras de caba-llos desnudos de arneses y sin ginete, por€U3^as carreras tantas apuestas se hacían;la lluvia de flores, dulces, frutas, grajeas,bombones ó confecti, que convertían el•corso en una verdadera batalla campaldonde pocos eran los heridos y muchoslos victoriosos; el bullicio aturdidor de unenjambre de máscaras parodiándolo todo, haciendo farsa detodo! Con aquellaagrupación dein-finidad de Stock Photo
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La Mujer . Goethe describe, en páginas admirables, los cante-vales de Milán, de Nápoles y, especialmente, el grandioso carne-vale deRoma, con los alquiladores de sillas y bal-cones, las vertiginosas carreras de caba-llos desnudos de arneses y sin ginete, por€U3^as carreras tantas apuestas se hacían;la lluvia de flores, dulces, frutas, grajeas, bombones ó confecti, que convertían el•corso en una verdadera batalla campaldonde pocos eran los heridos y muchoslos victoriosos; el bullicio aturdidor de unenjambre de máscaras parodiándolo todo, haciendo farsa detodo! Con aquellaagrupación dein-finidad de carrua-jes en continuoy rápido movi-miento, tan dies-tramente mane-jados que no cho-caban ni come-tían desgracia al-guna. Y al ladode dorada carro-za arrastrada pors:)berbio tronco, «la modesta ca-rreta tirada porbueyes adorna-dos con cintas detodos los coloresy llena de com-parsas vestidoscon los trajes de Orvíeto y Albania».. Y luego el silencio de la tregua. Y luego, en la noche del último día. el iortejo de in-finitas personas á pie, —¡toda Roma! -mar-chando de un lado para otro, encendiendoy apagando ceril as. cabos de vela y an-torchas á los distintos diapasones que ^x-Uihim: - Sea amassato che non porta nwc-collo! Era lo que llamamos nosotros entierrodel carnaval y los italianos la fiesta delos mocolleti.¿Tiene esedetalle, siasí puedellamarse, correlacióncon el de lasantorc hasque los sec-tarios d e 1paganismofia me abanfuriosos en1 a s iuper-caies de laantiguaRo-ma? En mane-ra alguna.He aquí elorigen deesa burlonafiesta: En una tarde de carnaval perdióse la rica pul-sera de brillantes de una dama princi-pal, > del palacio donde élla habitabamandóse que la buscara á inñnidad de sir-vientes con antorchas encendidas quelos máscaras pugnaban por apagar y lossirvientes por volver á encender.Hé ahí la tradición.